Era noviembre del 2010. Temprano por la mañana comencé a
limpiar los restos de la noche anterior; Fiesta de despedida y grandes recuerdos. Dejaba la casa donde había
vivido durante los últimos cinco años en mi primera experiencia al abandonar el
confortable nido familiar. Dejaba atrás Mi casa, Mi jardín y Mi huerta, Mi tablero
de dibujo y mis libros favoritos...Mis cosas. Algunas fueron a parar a cajas
que hasta el día de hoy están repartidas por varios lugares. Otra cosas fueron
regaladas y otras tuvieron menos suerte y fueron a parar a la calle donde alguna
persona viendo algo de interés se las llevaron alejándolas por siempre de mi. Como
un reptil abandona su piel vieja, fui dejando atrás cosas que no iba a
necesitar. Maravillosa experiencia de desapego que hasta el día de hoy siento
como algo fundamental para mi vida.
Iba a comenzar un largo viaje y no podía precisar por cuánto
tiempo. Si sabía que no podía llevar muchas cosas encima y así fue. Me quede
solo con lo imprescindible y lo metí en dos mochilas, e incluso con el tiempo descubrí
que llevaba muchas cosas inservibles. Aparentemente esto mismo pensó otro
samaritano (no tan santo) y se llevo una mochila con varias cosas que, como
todo lo anterior, dejaron de ser mías. Me quede solo con lo imprescindible,
pocas, muy pocas cosas.
Recuerdo que sentía mucho miedo,...mucho. Pero era un miedo
que no paraliza. En realidad no era miedo. Era como una agitación interna y
profunda que uno desconoce hacia donde y
como nos llevaran. Pero me sentía tan
feliz y pleno de vida, simplemente porque estaba eligiendo por mi mismo que
hacer de mi vida. No había ningún mandato familiar , social ni económico detrás...tan
solo vivir guiado por la intuición y el deseo de viajar.
Así abrí la puerta de mi casa y la cerré por última vez.
Pasaron 3 años y a veces extraño entrar a mi casa; a veces extraño mucho el aroma
de un cálido hogar. Pero la vida me enseño a descubrir (y disfrutar) un hogar
en cada persona que conocía. Deje "el mí y lo mío" para disfrutar de "lo tuyo y lo nuestro". Dormí en
casa de familia y amigos, en hostels, hospedajes humildes, hoteles y hasta
habitaciones de dudosa actividades; dormí en casas de campesinos, estudiantes, comerciantes
y trabajadores; dormí en templos, iglesias, terminales, y escuelas; dormí en carpa
a la vera del camino, en la playa, en la montaña, en la selva y en el desierto;
dormí apaciblemente balanceándome en una hamaca, o bajo el abrazo del Padre Sol
o admirando el cielo estrellado y luminoso por las noches junto a mi amada Luna.
A veces recordaba cuando de chico me preguntaba ¿cómo vivían los antiguos
hombres nómades? ¿así habrán sido?
Recorrí América conociendo increíbles lugares y personas;
recolecte muchos amigos y hermanos, y cuento con el patrimonio invaluable y soberano
de abrazos llenos de amor y alegría. Volví con ganas de salir de nuevo,
trabaje, estudie, aprendí, comprendí, agradecí, extrañe y continúe el viaje por
América, la tierra que tanto amo. Pero el océano no es límite para un
soñador, solo es un desafío...y el camino sigue tras él.
En diciembre del 2012, más específicamente el 12-12-12,
entre tantas profecías y eventos que se
dice pasaran, uno de ellas será que este humilde peregrino saldrá nuevamente de
viaje, esta vez hacia Asia. Ahora será "Asia de Pie". No sé por cuanto tiempo, aunque debo admitir
que extraño un poco la quietud; quizás sean los años que pasan factura.
Una mamita-guía me dijo hace poco: "que la peregrinación
exterior culmine en la peregrinación interior" (gracias fabucha!!!) En eso
estoy y ahí voy caminando. Quién sabe, quizás al terminar el viaje, me doy
cuenta que apenas estoy empezando.
Cuenca, Ecuador. Junio 2012
Foto. Victoria Ondarza