Como explicar las sensaciones al salir de
viaje de mochilero? Es tan difícil de transmitir lo que se siente, pero hago el
intento. Mas allá del tiempo de viaje, que en general excede el normal de unas
vacaciones, el hecho de no tener plan definido lo hace mágico. Es verdad que mínimamente
se programa el viaje, se estable un recorrido tentativo, se recopila info de
los lugares a visitar y adquiere todo lo necesario, pero saber que al salir
todo puede cambiar hacia donde nuestra imaginación apenas vislumbra lo hace
tremendamente excitante y motivador; se siente el comienzo de una aventura en
la piel. Claro está que en lo cotidiano es exactamente lo mismo, pero viajando
es posible hacerlo consiente. Creo que que no tenemos dominio ni control de
nada realmente; pensamos tenerlo pero así lo importante se nos escurre entre
los dedos. Es como si navegáramos en una barca en altamar y aunque nos sepamos
expertos tripulantes, dependemos de circunstancias que están fuera de nuestro
alcance, y como actuemos definirá el ser humano en el cual nos convertiremos:
uno libre y agradecido, o uno controlar y temeroso. Con el tiempo se adquiere
confianza, serenidad y alegría; así es pues, como me siento hoy. Por supuesto
que tengo miedos y dudas, pero cuando me ha pasado algo que haya modificado mi esencia?
Si bien todo se transforma permanentemente, en mi interior nada ha cambiado. Sigo
siendo el mismo hombre libre que hoy elije viajar para conocer y conocerse.
Doha, capital de Qatar, nos estaba entre
mis planes. No por falta de interés sino por ser un destino muy inaccesible
para mi presupuesto. Pero siendo escala obligada de mi vuelo y por esas circunstancias
de tráfico aéreo, debía quedarme casi 24 horas en la ciudad, por lo que la aerolínea
me ofreció vouchers de hotelería, traslados y comidas. Así que apenas aterrizamos
fuimos con Nico (compañero de viaje en este primera etapa) hacia el Hotel 4
estrellas Retaj Al Rayyan donde nos esperaban con un banquete de cena.
Descansamos y al otro día salimos temprano a recorrer la ciudad. Doha se
encuentra en la península qatarí dentro del mar aravico y no escapa de la
realidad de un país gobernado por jeques y sustentado por petrodólares: lujo
excesivo, autos de última generación, hoteles y shopping, coloridas mezquitas,
hombres de blanco inmaculado y mujeres de negro con los ojos apenas visibles y
una ciudad en crecimiento con modernas construcciones y urbanización que
pretende convertirla en la segunda Dubai de la zona. Recorrimos la impecable
costanera y el mercado llamado Souq Waqif con sus bazares típicos y restoranes.
Pero encontramos casi todo cerrado y ahí nos enteramos que los viernes es un día
sagrado que se dedica al culto de su religión: el Islam.
Suoq Waqif
A lo largo de toda la ciudad se escuchaba
por los altoparlantes de las mezquitas a los sacerdotes recitar versículos del Corán.
Intentamos entrar a una de ellas bastante grande y hermosa, y a pesar de la inicial
negativa del guardia de seguridad (ya que no somos musulmanes practicantes),
luego de una pequeña charla nos permitió ingresar seguidos con la atenta mirada
de varios musulmanes. Nos descalzamos y en el interior nos sentamos entre la
gente a escuchar el sermón del sacerdote del cual no entendía nada por obvias
razones de lenguaje. Al cierre de la ceremonia nos invitaron hacia adelante
para participar de las postraciones finales como bendición de Allah. Agradecimos
y salimos todavía custodiados por las miradas.
Mezquitas
Países como estos tienen costumbres muy
complejas de entender para personas de mi latitud. Tan solo leer
recomendaciones de vestimenta adecuada para circular por la calle y bañarse en
el mar o desaconsejar muestras de afecto entre hombres y mujeres en público
marcan una gran diferencia de hábitos y costumbres entre un latinoamericano y
un árabe. Sumado a los prejuicios, la desinformación, la intolerancia y el
miedo a lo distinto, se genera un panorama complicado de entender. Pero mas allá
de las formas, en lo profundo somos mas parecidos de lo que pensamos. El consumo
es un ejemplo (no muy feliz) de ello y también cosas mas sutiles (y mas
felices) como las miradas cómplices entre
parejas, los gestos desapercibidos y los juegos cariñosos con los niños. El resto
será cuestión de aceptar las diferencias y celebrar las coincidencias.
Poco tiempo tuve para seguir conociendo la
ciudad y los alrededores porque debíamos seguir viaje. Así que previo paso por
el hotel para aprovechar el almuerzo – riquísimo es poco decir – y otros
servicios disponibles como el sauna y el spa – que puedo decir, cuando hay se aprovecha
y listo - fuimos al aeropuerto donde nos
llevamos la sorpresa que nuestro vuelo estaba sobrevendido y nos debían pasar a
primera – esto va cada vez mejor. Copa de tinto italiano en mano, alguna
delicatesen para acompañar, una sonrisa grande como el Sol y en pocas horas
estaba sobrevolando India: esta vez no en sueños, sino en la realidad. Otro
viaje empieza, adiós el lujo extravagante de Qatar, bienvenida India.
“Si conocieras el dicho de
que el agua adopta el color del vaso de cristal que la contiene, no
ofenderías las creencias ajenas y percibirías a Dios en todas las formas
y en todas las religiones”.
Proverbio Arabe.
“Dios ha creado esta Tierra para que
toda la gente viva en paz. Si Dios no hubiera querido esto, habría
puesto a los musulmanes en Marte, a los judíos en la luna, los hindúes
en las Bermudas y los zoroastrinos en otro planeta para conservar sus
ideas separadas. Dios quiere que todos vivan en paz y felicidad, y sean
leales los unos con los otros”.
Jalaluddin Rumi. Poeta y Santo Sufi